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Medicamentos para dormir
Medicamentos para dormir: tipos, usos y precauciones
Los medicamentos para dormir, también conocidos como hipnóticos o sedantes, son fármacos recetados para tratar trastornos del sueño como el insomnio, la dificultad para conciliar el sueño o el despertar frecuente durante la noche. Su función principal es inducir o mantener el sueño mediante la acción sobre el sistema nervioso central.
Tipos de medicamentos para dormir
Existen diversas clases de medicamentos para dormir, cada una con indicaciones, mecanismos de acción y riesgos particulares. A continuación, se detallan los principales:
1. Benzodiacepinas
Ejemplos: diazepam, lorazepam, temazepam
Son eficaces para el insomnio a corto plazo, aunque pueden provocar dependencia, tolerancia y efectos secundarios como somnolencia diurna o alteraciones cognitivas.
2. Hipnóticos no benzodiacepínicos (Z-drugs)
Ejemplos: zolpidem, zopiclona, eszopiclona
Actúan de forma selectiva en los receptores del sueño, con menor riesgo de dependencia que las benzodiacepinas tradicionales, aunque pueden provocar efectos residuales y trastornos de la memoria.
3. Antidepresivos con efecto sedante
Ejemplos: trazodona, mirtazapina
Indicados especialmente en casos donde el insomnio está vinculado con trastornos del estado de ánimo. Tienen efectos secundarios particulares y deben ser prescritos con criterio clínico.
4. Antihistamínicos de primera generación
Ejemplos: difenhidramina, doxilamina
Disponibles sin receta en muchos países. Aunque efectivos en el corto plazo, pueden causar somnolencia prolongada, tolerancia rápida y no se recomiendan para uso frecuente.
5. Melatonina y agonistas de melatonina
Ejemplo: ramelteon
Indican el inicio del sueño regulando el ritmo circadiano. Son bien tolerados y especialmente útiles en adultos mayores o personas con desajustes en el reloj biológico.
Precauciones y uso responsable
El uso de medicamentos para dormir debe estar siempre supervisado por un profesional de la salud. Automedicarse puede implicar riesgos graves, incluyendo dependencia, somnolencia diurna, caídas, alteraciones del estado de alerta o interacciones con otros medicamentos o el alcohol.
Además, los tratamientos farmacológicos deben ir acompañados de medidas no farmacológicas como la higiene del sueño, la terapia cognitivo-conductual para el insomnio (TCC-I) y ajustes en los hábitos de vida.